lunes, 6 de marzo de 2017

LA BATALLA DE PANTANERO




LA BATALLA DE PANTANERO

Llámase así a una acción militar ocurrida el 13 de febrero de 1814, al día siguiente de la Batalla de La Victoria, en un lugar llamado El Pantanero que se encontraba a las afueras de la ciudad, en el camino que conducía hacia Zuata, en la cual perdió la vida el valiente Capitán Rudecindo Canelón, nativo de El Tocuyo y unido a las fuerzas patriotas de Bolívar, durante la Campaña Admirable, dentro de cuyas filas dio muestras de valor temerario que lo hicieron protagonista de increíbles hazañas y que al final, lo condujeron a una muerte gloriosa.
Canelón no fue el comandante de esa acción ni los hechos se produjeron como últimamente se han inventado sin ningún tipo de investigación. Siempre, desde hace muchos años se le rindió homenaje a la acción y a su principal mártir y hasta se levantó un monolito en su honor ante el cual apenas se ofrendaba una corona de flores naturales, pero nunca fue considerada como una acción autónoma ni diferente a la batalla del 12 sino como parte de las persecuciones ordenadas por el general Ribas al finalizar la batalla. Sin embargo, desde que tuvimos el honor de presidir la extinta “Junta 12 de Febrero”, en 1984, decidimos darle relevancia al suceso, principalmente para hacerle justicia y estimular la moral de los habitantes de la parte sur de la ciudad, quienes siempre se quejaron, especialmente por la voz de nuestra amiga Kalinina Ortega, de que del centro de la ciudad sólo le mandaban “las tripas” y los muertos, aludiendo al hecho de que en esa región se encontraban enclavados el matadero y el cementerio de la ciudad. Ese año de 1984, por primera vez, se celebró en grande la fecha y en lugar de la simple corona, se hizo una sesión del ayuntamiento durante la cual tuve el honor de pronunciar el discurso de orden. El día anterior en el acto central de la Plaza Ribas había llevado la palabra el Ilustre historiador doctor Luís Acosta Rodríguez Presidente de la Asociación Nacional de Cronistas de Venezuela. Antes no se había celebrado jamás aunque se había levantado en memoria del mártir caído en ese lugar, un monolito que está hoy en proceso de restauración por parte de la Universidad Militar Bolivariana. Desde entonces todos los años se celebra como si se tratara de una acción diferente, pero es tal la cantidad de disparates que se han inventado, que me veo en la necesidad de echar el cuento que eché el 13 de febrero de 1984, hace ya 33 años. Lo primero es decir que después de un largo y penoso día de lucha, la llegada del refuerzo comandado por el español Vicente Campoelías, produjo un doble efecto en la motivación de los combatientes. Por una parte levantó la moral de las fuerzas del general Ribas quienes a pesar de las desventajas numéricas, de experiencia y de armamento, no habían permitido que el enemigo tomara la ciudad; y por otra parte, desmotivó a los soldados realistas que no pudiendo tomar la ciudad en más de ocho horas de combate, ahora veían a los sitiados, reforzados por un nuevo contingente. Este hecho produjo la inmediata retirada de los realistas comandados por el propio Boves y la orden de perseguirlos y exterminarlos impartida por el general Ribas, la cual debe haberse cumplido implacablemente porque él dice: “No hemos hecho prisioneros porque nuestra tropa no ha dado cuartel”. Inmediatamente (ya cayendo la noche) el general llamó a los combatientes para que “vinieran a desayunarse”, para que los caballos “tomaran algún pienso” y para que se iniciara la persecución. Grupos salieron por el Camino de El Consejo, otros por el camino de Aragua Arriba donde habían quedado aislados muchos enemigos, hacia el camino de Zuata que es donde ocurre el acontecimiento que hoy comentamos y “por las montañas que caen al Pao”. En todas partes se persigue y se pelea, pero como consecuencias complementarias de la misma batalla y no como batallas diferentes. Por su parte el general comienza a escribir el Parte Oficial que comienza diciendo “A las siete de esta mañana me dio parte la descubierta…” lo que indica que comenzó a escribirlo el mismo 12; y lo termina firmando en fecha 13, lo que indica que lo terminó de redactar después de la medianoche, tal vez en la madrugada, pero antes de que se produjera la acción de El Pantanero, porque al igual como menciona las dolorosas muertes de Rivas Dávila, Ron, Picón y otros, y a muchos de los heridos, hubiera registrado con igual dolor, la muerte de Rudecindo Canelón quien era uno de sus principales oficiales. Por cierto, la última frase que escribe Ribas en su informe dice: “Boves en persona mandaba la acción a quien se le han quitado todos sus libros de órdenes”. Se refería indudablemente a la acción del 12 y no a la del 13 que todavía no se había producido. Este parte debió salir en la misma medianoche o en la madrugada hacia Valencia porque El Libertador, en la Proclama fechada el 13, bautiza al general Ribas como “Vencedor de los Tiranos en La Victoria”, llora la muerte de Rivas Dávila, Ron y Picón, pero no menciona a Canelón, porque su muerte no se había producido cuando Ribas firmó el Parte Oficial. Ahora bien, desde 1984 hasta ayer es tal la cantidad de inexactitudes que he leído en la prensa (no los he oído personalmente porque nunca he sido invitado), que me creo obligado a explicar lo siguiente: 1) Ribas envió tropas por todos los puntos a recoger heridos, muertos, armas y caballos y, a exterminar a los enemigos fugitivos. Para el camino de Zuata envía un cuerpo de infantería al mando del Comandante Vicente Campoelías y otro de caballería al mando del Teniente Coronel José Jugo. Estos cuerpos hicieron huir a quienes se habían apostado en El Pantanero y durante la acción sufrimos cuatro muertos y quince heridos, siendo de los primeros, el Capitán de Cazadores Rudecindo Canelón, nativo de El Tocuyo.  Todas las persecuciones produjeron pérdidas al enemigo, pero solamente se recuerda especialmente la de Pantanero porque perdió la vida uno de los héroes más representativos del valor y la osadía de nuestros soldados. Pero no fueron batallas aisladas ni diferentes sino partes del mismo drama, de la misma batalla del sábado 12 de febrero. Igualmente pasó en 1812; Miranda derrotó el 20 de junio a Monteverde quién se retiró y reatacó el 29 (9 días después) reforzado por tropas llaneras que llegaron al mando de Antoñanzas y tropas de refuerzo que llegaron de Puerto Rico, pero a pesar de los 9 días de diferencia la historia la registra como una sola batalla (la Primera Batalla de La Victoria “La más sangrienta de la época”) pero no se habla de ambas como separadas sino como una sola. Igualmente pasa con Pantanero, fue el coletazo de la misma batalla. No podemos dividir la acción en pedacitos y hablar en la batalla de Guacamaya donde hubo muertos, de la de El Pao, de la de El Consejo  y la de Aragua Arriba. El nombre de “La Batalla de Pantanero” lo inventé yo en 1984 para destacarla y así honrar por separado el nombre del mártir y enaltecer el orgullo patriótico de los habitantes del sur del pueblo. Si examinamos los programas de las anteriores “Juntas 12 de febrero” veremos que antes de 1984 no aparece la Batalla de Pantanero sino a partir de esa fecha. Creo que es de justicia enaltecer el valor del enfrentamiento, pero no hasta el disparate de afirmar que comenzó una ahora antes de lo que afirma Ribas en su Parte Oficial y mucho menos el día anterior, ni es cierto decir que las fuerzas patriotas las comandó Canelón porque esa responsabilidad la ejercieron Campoelías y Jugo, ni es cierto que quien vino a La Victoria fue Morales y a Pantanero Boves, ni que la acción de Pantanero fue más importante que la de La Victoria. Pantanero y Canelón tienen sobrado heroísmo y méritos y no necesitan que se los aumenten con mentiras. Estos disparates se han dicho por desconocimiento del tema y por no haber leído el Parte de Ribas, ni el del Secretario de Guerra general Tomás Montilla (del Pao de Zárate, hermano de Mariano), ni el informe del Secretario Interino Antonio Muñoz Tébar, ni lo publicado en las páginas de la Gaceta de Caracas, ni lo escrito por El Libertador. La intención es buena porque es estimular a una comunidad trabajadora y patriota, pero mejor que estarle diciendo mentiras sería prestarle atención a la proposición que he hecho desde hace varios años y he reiterado en comunicaciones que jamás me han respondido, donde propongo que le cambien ese nombre tan feo de “El Cementerio” y lo bauticen como “Urbanización Rudecindo Canelón” en honor a su héroe. Cuando el 13, el Libertador dicta su Proclama donde bautiza a Ribas como el Vencedor de los Tiranos y cuando le concede el grado de Capitán de Infantería a su primo José Félix ribas Palacios de apenas dos años (al siguiente día cumplió tres)  aún no conoce que en la persecución del 13 mataron a Canelón; es el 16 cuando asciende a Campoelías al grado de Coronel y le concede a José Jugo la Venera de la Orden de los Libertadores. Los primeros que escribieron sobre la batalla fueron los realistas y de los embustes que dijeron se copiaron los demás y se siguen copiando hoy en día, por flojera de investigar. Su nombre completo era JOSE RUDECINDO CANELÓN ESCALONA; nació en El Tocuyo el 2 de marzo de 1788, hijo de don Gerónimo Canelón y de su esposa doña Rosa Escalona de Canelón. El día que lo mataron le faltaban dos semanas para cumplir 26 años. Era un muchacho y ya era oficial distinguido. Altivo, arriesgado hasta la temeridad, creyente en la independencia y en la libertad, se incorporó al ejército de Bolívar y participó en importantes batallas, tantas, que en su Discurso de la iglesia der San Francisco en Caracas, el Libertador lo menciona al referirse a la Batalla de Araure cuando dice: “El Mayor Manrique dejando su soldados tendidos en el campo, se abrió paso por en medio de las filas enemigas con solo sus oficiales Planas, Monagas Canelón, Luque, Fernández, Buroz y pocos más cuyos nombres no tengo presentes y cuyo ímpetu y arrojo publican Niquitao, Barquisimeto, Bárbula, Las Trincheras y Araure” Era de aquellos recios veteranos que hicieron proezas inauditas en Tierritas Blancas, Araure, Virgirima y la Victoria.

 Hecho prisionero, se le encarceló en la cárcel de Coro y de allí fue enviado al Penal El Morro (Puerto Rico) de donde logró escapar en 1812 y llegar a la Nueva Granada buscando el ejército de Bolívar para unirse a la Campaña Admirable. Llega a La Victoria primero que El Libertador pero sigue para Caracas. Allá se sumó al ejército del general Ribas en cuyas filas asiste al encuentro con la Gloria en La Victoria. Después de la batalla, se suma al grupo que se comisiona para perseguir a Boves quien huye por el camino que lleva a Zuata, Cuesta de las Mulas, La Villa de San Luís y los llanos. Lo alcanzan en El Pantanero y en el cruce de fuego caen cuatro muertos y quince heridos. Uno de los primeros es Canelón. Propongo nuevamente al pueblo victoriano y especialmente al de la Otra Banda, que así como se hizo con el general Ribas y con muchos otros héroes cuyos huesos se fueron sembrando en los campos de batalla, con tierra tocuyana, victoriana y especialmente de El Pantanero, se trasladen los Restos Símbólicos del Capitán JOSÉ RUDECINDO CANELÓN ESCALONA, al sitio que le corresponde al lado de su Jefe, en el más alto Altar de la Patria, El Panteón Nacional; y que se le cambie el nombre al Barrio El Cementerio y que pase a llamarse desde ahora, URBANIZACIÓN RUDECINDO CANELÓN. 

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