Egidio Montesinos Canelón, un literato al servicio de la educación
Especial para "El Impulso"
Carlos R. Briceno
En dos próximas oportunidades anteriores he tenido que referirme a sendos escritores larenses, específicamente a un tocuyano y a un curarigüeño. Ahora toca el turno a otro tocuyano de renombre nacional: don Egidio Montesinos.
Muchos pensarán que la obra de don Egidio no cabe dentro del ámbito de esta Galería literaria, y es posible que a quienes así piensen les a-siste razón; sin embargo quiero en este momento* como ya lo han apuntado muchos biógrafos, dejar sentado que Montesinos fue un alma literaria prestada al cuerpo de un e-ducador. Si analizamos a fondo y con el mejor criterio crítico-literario la obra escrita por este gran eüñíeíTáneo. vemos" claras sus dotes de escritor consumado con una maravillosa concepción de la creatividad a la par de su extraordinaria investidura de intelectual fuertemente basada en una sólida cultura. Y haciendo este examen objetivo podemos llegar a un juicio claro: la obra escrita de Egidio Montesinos se clasifica en dos aspectos: uno, el meramente didáctico, y otro, el sustancialmente artístico, dando en consecuencia margen para su colocación dentro del campo literario como lo conciben la mayoría de la gente entendida en estos menesteres. Lamentablemente para la historia de nuestra literatura, este autor dedicó nada menos que sesenta y cuatro años de su larga existencia, única y exclusivamente a la enseñanza.pero en recompensa también para esa misma historia de la literatura, Egidio Montesinos fue el forjador de muchos de nuestros grandes literatos regionales, muchos de ellos en la escala del laurel victorioso dentro y fuera de la patria grande. Por todo esto afirmamos que don Egidio fue un lite-
rato nato prestado a la educación, pero en todo momento, al servicio de la literatura nacional.
Egidio Antonio Montesinos Canelón, nació en El Tocuyo, el Io de septiembre de 1831 en el hogar formado por Pedro Manuel Montesinos y Francisca Canelón. Don Pedro Manuel es un veterano de la Guerra de Independencia, donde ha alcanzado el grado de Teniente Coronel y lleva en su pecho los galardones de la famosa Batalla de Carabobo del año veintiuno. Doña Francisca pertenece a nobles troncos genealógicos de la región. Juntos forjan un noble hogar que tiene sus esperanzas puestas en la sueva Venesü-ala-qu^ am -¡ca del ochocientos treinta. Es por ello que llegado el año de 1842, colocan al niño Egidio en los salones del ya famoso Colegio Nacional que fundara el General Páez por Decreto fechado el 21 de agosto de 1833. El nuevo estudiante, compañero de aventajados muchachos que más tarde brillarían en distintas facetas del saber, trae por dentro el fuego ansioso del aprender que en su hogar le han sabido encender sus padres, por lo que a poco tiempo logra primeros puestos en las mejores bancadas estudiantiles, y cuando abandona las aulas, ya graduado, entra de inmediato a desempeñar la cátedra de filosofía, puesto que conservó catorce años, es decir,durante la vida restante del Instituto. De inmediato, en noviembre de 1863 pasa a fundar el Colegio La Concordia al frente del cual estuvo por espacio de medio siglo, es decir el tiempo que le quedaba de vida al maestro. Se puede afirmar que los compromisos de Egidio Montesinos con la patria, a través del apostolado de la educación fueron de por vida, a ellos entregó alma y
corazón sin que mediara para nada ningún aspecto de la vida foránea. ¡Qué hermoso ejemplo para los educadores de hoy!
Dentro de esta férrea disciplina de institutor a tiempo completo, se escondía el alma del prosista atildado y el poeta de diáfana visión tan.común en los contornos de los aires tocu-yanos. No obstante ello, su empeño por la educación le e-xigía esfuerzos atenazantes y en los momentos dedicados a la escritura salían de su vasta capacidad pequeños textos complementarios para distribuirlos entre los educandosillenando así un tremendo vacío existente por la falta de material de estudio. A manuscrito y al rescoldo de una lámpara de pobre luz, don Egidio preparaba sus cuadernos de Física o Química; Historia o Geografía; Metafísica o Moral; Aritmética o Gramática; todo lo que le pudiera ayudar en su afán docente, sin finalidades de-lwGFo^^ocsenf.1. Si bien es cierto no son tratados originales, como él mismo lo expusiera en repetidas ocasiones, sí constituyen una meritoria labor de selección, adaptación y pedagogía.
En los demás trabajos la vena literaria de Egidio Montesinos no escapa. Ahí está por ejemplo su voluminoso epistolario, producto de las relaciones mediante la correspon-
dencia con las más calificadas figuras de la intelectualidad nacional. Notables son sus "Consejos de un Padre a sus Hijos" y "Pensamientos", excelente colección de sentencias propias con algunas que otras de cosecha ajena. En el mes de junio de 1966 los talleres de la Imprenta Nacional, en Caracas, lanzaron al público un libro con el título de "Obras Selectas", donde se recogen, a juicio de los preparadores, lo mejor de lo escrito por don Egidio. Esta obra cuenta con estudios preliminares a cargo de Carlos Felice Cardot, Ignacio Burk, Edoardo Crema y Blas Bruni Celli. Al final lleva inserto un himno a don Egidio Montesinos, letra del poeta J. B. Oviedo Bracho -también autor del Himno del Estado Lara— y música del profesor Napoleón Lucena.
Hoy se cumplen ciento cuarenta y tres años del nacimiento de don Egidio Montesinos, el insigne educador to-cuvantv .rsu&-SL&e hubiera de-. dicado a la literatura, seguramente hubiese dejado recuerdos inborrables, pero quizás su satisfacción se basó en la seguridad de que por sus aulas pasaban y se formaban verdaderos maestros de la literatura. Todos los caminos pueden conducir a Roma.
Barquisimeto, agosto de 1974.
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